Santos y procesiones

Entre los ritos comunitarios, es decir aquellos que podían comprometer primero toda la familia y luego la comunidad entera, están las fiestas religiosas; especialmente, además de Navidad y Pascua, aquellas ligadas a las celebraciones de los santos patrones.

Los emigrantes, a través de la participación en ellas, se enlazaban a los ritmos y a la vida de la comunidad de origen, sentían a los santos como los compañeros que los habían seguido en el exilio y cuya “presencia” los confortaba y los ayudaba.

Esta religiosidad “popular”, viva todavía hoy, ha suscitado a menudo críticas aún por parte de la jerarquías eclesiásticas que, pertenecientes a menudo a otras etnias, se mostraban incapaces de comprender una cultura, a su juicio, confinante con el folklore.

En realidad los ritos religiosos han sido siempre parte del equipaje de los emigrantes y han contribuido a conservar su identidad. Y cuán importante ha sido la religión en las varias comunidades de origen italiano está demostrado por el desarrollo de los lugares de culto: desde la simple capilla de madera a la iglesia en piedra pero con pocos adornos y finalmente a aquellas de grandes dimensiones, con un campanario descollante, edificadas según estilos arquitectónicos de inspiración italiana.