Los lazos con Italia

Sea cual sea el país al que emigraron, el principal vínculo con la madre patria de los emigrantes durante décadas siguió siendo la carta, incluso cuando el teléfono ya se utilizaba. Millones de mensajes atravesaron los Alpes y los océanos, para llevar a las familias noticias alegres o tristes, nacimientos o lutos, éxitos comerciales o quiebras.

También son testimonio de este proceso las «remesas» que los emigrantes enviaban a casa y las llamadas «cadenas migratorias», esto es, los intercambios de contactos e información a través de las cartas que llevaban familiares, parientes o amigos hasta quien había emigrado antes, a fin de encontrar asistencia durante los primeros tiempos tras la llegada.

En todas las casas de emigrantes se mostraban con orgullo las fotos de la familia que llegaban por carta, y bastaba con sacar la cabeza por los barrios conocidos como Piccola Italia esparcidos por el mundo para darse cuenta de lo fuertes que eran los vínculos con la madre patria, al menos para las primeras generaciones de emigrantes. En estos barrios se hablaba italiano, se comía italiano y se compraba italiano.

También estaban los ritos religiosos, sobre todo el Santo Patrón, gracias a cuya celebración los emigrantes se unían espiritualmente con los familiares que habían quedado en Italia que, ese mismo día, celebraban la fiesta solemne a miles de kilómetros de distancia.