La vida social

La vida social de los emigrantes se llevaba a cabo casi totalmente en los barrios conocidos como Piccola Italia. Los barrios italianos estaban siempre densamente poblados, y reproducían la energía y el bullicio típico de Italia, rodeados de vendedores de comida callejera y ambulante.  La vida de comunidad era muy apreciada por los emigrantes italianos, que en su barrio se sentían en casa y a menudo manifestaban una cierta cerrazón hacia el exterior, debida en parte a las dificultades lingüísticas sobre todo en los países de habla inglesa. Este hizo mucho más lenta cualquier forma de integración, que en los países latinoamericanos fue más rápida, por la cercanía lingüística y cultural.

Las diversas Piccole Italie a menudo tenían una connotación regional, que era alimentada por la cadena migratoria. El punto de referencia era la iglesia del barrio, centro de la fiesta del santo patrón, y todas las actividades comerciales donde se podía socializar con los paisanos, como tabernas, bares o ventas; aquí, a menudo, se podían comprar productos alimentarios de la tierra de origen.

En las Piccole Italie nacían las asociaciones entre connacionales: las primeras en surgir fueron las destinadas a la asistencia mutua, fundamentales para superar los posibles dificultades de los socios en un país extranjero.