Obras grandiosas y fortunas considerables

En la realización de colosales obras públicas participó un número inmenso de emigrados italianos y numerosas fueron las víctimas de accidentes en el trabajo. Los túneles del Frejus, del San Gottardo, del Sempione o el ferrocarril transiberiano y aquel del Tonkino los vieron trabajar. Característica del empleo en el sector de la edificación fue a menudo la temporaneidad y el moverse en grupos de trabajo que comprendían profesiones diversas: desde peones a técnicos. Por otro lado un cierto número de emigrados alcanzaron el éxito como empresarios.

El economista Luigi Einaudi acuñó la feliz expresión “príncipe mercader” para definir justamente hombres que, partiendo a menudo de cero, supieron aprovechar todas las oportunidades alcanzando posiciones envidiables. Los sectores en los que actuaron fueron diversos pero los animaba un idéntico espíritu de iniciativa.

Son historias de hombres que, para ser breves, han pasado, para usar mínimos términos, de la pobreza a la riqueza y han obtenido prestigio y satisfacciones insertándose en los más altos niveles sociales en el país de adopción. Su éxito ha contribuido también a la difusión de productos italianos, comenzando por los alimentarios, en todo el mundo.

De estas historias de éxito se puede dar un ejemplo: en Brasil se desarrolló el excepcional caso de Giuseppe Giorgi, devenido, de simple obrero, a constructor de ferrocarriles en virtud de su capacidad técnica y organizativa; alcanzó así a tener buenas comisiones de la administración pública local y a progresar en un sector de alto rédito que, es necesario subrayarlo, era ya ocupado y dominado por los ingleses.