Las “frágiles” mujeres

Desde fines del Ochocientos la emigración italiana ha sido ampliamente estudiada pero las varias encuestas y los numerosos ensayos sobre tal fenómeno dedican la máxima atención a la emigración masculina y – obviamente – analizan aquella femenina en base a los parámetros ideológicos del tiempo.

Las primeras en sufrir las consecuencias de la emigración masculina fueron las mujeres que quedaron en la casa: atendían hijos y ancianos, eran amas de casa y trabajaban en los campos, hilaban y tejían, en fin, en lugar de los hombres ausentes, asumían la responsabilidad de los intereses económicos. Hubo así una verdadera y propia feminización de muchos pueblos de las regiones italianas más golpeadas por el fenómeno migratorio por cuanto a menudo emigraban grupos familiares enteros de varones, todos juntos o escalonándose en un breve lapso de tiempo.

El reemplazo de las mujeres en las tareas masculinas está bien evidenciado en las actas notariales que, en constante crecimiento desde fines del Ochocientos, refieren como contratantes de acuerdos de cualquier tipo, y en particular de contratos de compraventa, nombres de mujeres.

Luego, poco a poco, las mujeres conquistaron espacio en el mundo del trabajo. El primer sector industrial en donde las emigradas tuvieron lugar fue el textil, comenzando por las fábricas francesas del Lionese. En cambio, del empeño como amas de casa nace y se multiplicó, especialmente en América del Norte, el bordo, es decir el tener en pensión a compatriotas. Era un trabajo considerado típicamente femenino, junto a aquel de confecciones varias a domicilio, porque permitía a las mujeres permanecer “ángeles del hogar” ganando y contribuyendo al mejor desarrollo del ménage familiar.

En Brasil, para las haciendas, la mayoría productoras de café, la mujer mantenía el rol tradicional de esposa, madre y trabajadora “dependiente”. De hecho los propietarios tendían a importar enteros y numerosos núcleos familiares, cuyos componentes, aún siendo todos empleados en el trabajo de los campos, eran dirigidos exclusivamente en tal relación a través de la mediación tradicional del jefe de familia.

Las nodrizas

Las mujeres emigraban también solas volviéndose nodrizas y domésticas. La lactancia hecha por nodriza ha sido típica de Toscana, Lazio, Piemonte, Véneto y Friuli, regiones caracterizadas por emigraciones masculinas estacionales y junto a las de los hombres, por tradición los primeros en partir, se estableció una corriente migratoria de mujeres solas que se dedicaron a la lactancia En el mundo rural italiano las mujeres tenían como “riqueza” la leche para vender: amamantaban así a hijos de señores y notables locales, o se empeñaban en instituciones de caridad, especialmente en los asilos para niños abandonados, los “espósitos”, y finalmente iban al exterior con la perspectiva de una buena compensación.

Una nodriza, en general, ganaba mucho más que un obrero y gozaba de notables beneficios: un guardarropa surtido y con pretensiones de elegancia; numerosa lencería personal y para la casa; ornamentos, definidos justamente “joyas para nodriza”, que comprendían collares, prendedores y aros, a menudo de coral rojo; y la certeza que por muchos meses no sufriría hambre, viviría en casas bellas y confortables, cuidadas y respetadas por la familia de acogida. Era sin duda mucho aunque si el precio por pagar era la entrega del propio hijo en “manos mercenarias”, como decian hipócritamente los prudentes, manos que en muchos casos eran las de otras mujeres de la familia.